01 mayo, 2011

En el invierno de 1957

En el invierno de 1957, siguiendo las entregas de La aventura del hombre, de Piero Scanziani, que un semanario ilustrado italiano publicó en el curso de varias semanas, encontré por primera vez algunas referencias a un cierto Aurobindo. Dado que el nombre se mencionaba únicamente con valor bibliográfico, era para mí difícil en aquel tiempo distinguir entre los pensamientos del autor, los de Sri Aurobindo. La obra de Scanziani me gustó y recomendé su lectura a algunas personas. En el mes de septiembre del mismo año, en un viaje que hice a Italia, tuve en Florencia el segundo encuentro, decisivo esta vez, con Sri Aurobindo. Mi librero se hallaba establecido en Via Tornabuoni y a él me dirigía siempre con verdadera fidelidad; mas no sé por cuál motivo entré cierta mañana a una librería de Via Martelli. No recuerdo siquiera la conversación que me condujo a tratar de ese tema, mas sé muy bien que el dependiente me propuso la compra de un libro, diciéndome que la persona interesada en él no se había presentado a recogerlo. Al examinar sus páginas me sorprendió descubrir en el autor, el nombre de aquel mismo Sri Aurobindo que tanto me había hecho pensar unos meses atrás. Se trataba del primer volumen de La Vida Divina. Ya antes de partir de Florencia había yo adquirido otras obras del Maestro de Pondichery y comenzado en seguida su lectura.