26 noviembre, 2012

La fundación de Auroville

Hacia las nueve, como si procediese del cielo, la voz de la Madre resonó en el aire, transmitida directamente por teléfono a los altavoces situados alrededor del anfiteatro.
"Salut á tous les gens de bonne volonté. Sont conviés a Auroville tous ceux qui ont soif de progrés et qui aspirent á une vie plus haute et plus vraie." (Un saludo a todas las personas de buena voluntad. Quedan invitados a Auroville todos aquellos que tengan sed de progreso y que aspiren a una vida más alta y más verdadera.)
De repente todo quedó impregnado por la presencia de la Madre. Era una presencia tan tangible, tan fuerte y directa, que una oleada de emoción se apoderó de todos los presentes. Yo había asistido a numerosos Darshan. La Madre me había recibido centenares de veces, pero una fuerza tan intensa, tan prodigiosa, no la había sentido nunca, ni siquiera el día en que, postrado a sus pies, apoyaba yo mi cabeza en sus rodillas. No cabía duda de que la Madre se encontraba allí, penetrando con su consciencia a los seres humanos, a los animales y a la tierra misma, que sentíamos receptiva.
Por todas partes se veían ojos húmedos de llanto, incluidos los míos.
Tras estas palabras vino la lectura de la carta de Auroville:
"Auroville no pertenece a nadie en particular. Para vivir en Auroville se debe ser el servidor voluntario de la Consciencia Divina.
Auroville será el lugar de la educación sin fin, del progreso continuo y de una juventud sin vejez.
Auroville quiere ser el puente entre el pasado y el futuro. Aprovechando todos los descubrimientos exteriores e interiores, quiere lanzarse con valentía hacia realizaciones futuras.
Auroville será el lugar de búsquedas materiales y espirituales para dar un cuerpo viviente a una verdadera humanidad."
Estas palabras fueron seguidas del más absoluto silencio; parecía que todos los corazones se hallasen sumergidos en la grandeza de aquellas palabras.
De pronto, por una parte del anfiteatro, se vio llegar a una pareja de jóvenes -hermano y hermana- Vijaya y Kiran, puros y hermosos como jóvenes dioses, que llevaban el blanco estandarte con el símbolo de la Madre y la tierra proveniente del Samadhi de Sri Aurobindo, la primera tierra que se depositaría en la urna preparada para acoger la tierra de todos los países del mundo.
El desfile duró muchas horas, hasta que Nolini, el discípulo más antiguo y venerado del Ashram -que antes de 1910 había estado en la prisión, con Sri Aurobindo, en la cárcel de Alipore-, cerró y selló la urna. De este modo finalizó la ceremonia.
Por la tarde vi a la Madre; la encontré silenciosa y profundamente interiorizada. Me acarició la cabeza, me dio flores y dijo: "Sabía que lo harías."
Me encuentro en el Ashram desde hace dieciséis años y aún ahora, a quien me preguntase cuál ha sido el nivel más alto que mi consciencia haya alcanzado, no vacilaría en responderle: "El que alcancé el día de la fundación de Auroville."

No hay comentarios:

Publicar un comentario